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domingo, 10 de julio de 2011

Marina. Año 1.

Querida primita:

Son tantas cosas las que han sucedido en este tu primer año, que no sé si voy a poder abarcarlo todo.
Pero allá va.

Hace, exactamente un año, España vivía una euforia sin precedentes. Todo el mundo estaba impresionado y perplejo de lo unidos que estaban los españolitos. Los balcones, terrazas, bares, monumentos y demás ornamentos callejeros estaban engalanados con la roja.
Y es que, tal día como mañana, España ganó el Mundial de Fútbol.
La gente se pintaba de rojo y amarillo, los horarios de los trabajos se adaptaban para que la gente pudiera ver los partidos. Los andenes de Atocha permanecían vacíos. Las plazas de todo el reino eran verdaderos hormigueros humanos. Los goles se celebraban abrazando a gente que desconocías pero, ¡caray lo que une que la selección de tu país gane! El babyboom que hubo meses después daba fe de todo eso. Muy poca gente conocía el hecho de que en Sudáfrica fue legalizada la prostitución durante el evento. Los telediarios, la prensa (amarilla, seria o del corazón), el facebook... todo era monotema. Preguntabas a tus conocidos por el mundo que qué pasaba allí, cómo se estaba viviendo todo. El beso de Casillas a S.Carbonero dejó boquiabierta y suspirando a más de una. Pero increíble también fue la llegada de esos locos bajitos a España, de esos gladiadores: toda la explanada del Manzanares estaba cubierta. Desde Príncipe Pío (donde yo estaba) había gente hasta donde alcanzaba la vista. Y eso sólo fue el final de un recorrido en autobús que cruzó Madrid, un recorrido en el que la gente llegó a esperar a sus ídolos durante horas, en la carretera, colapsando la Castellana, bloqueando la Glorieta de Carlos V, de sentada en la Plaza de Colón... Waka, waka.

Pero prosigamos, que aunque el país se paralizara durante unos cuantos días, la vida continuaba.

Yo, empecé a trabajar, ¡y ahí sigo! Lo que menos gracia me hizo fue que por aquellos días también les dio a los del Metro por hacer huelga. Y huelga salvaje, de esas que veías a la gente empotrada en los cristales, de esas en las que el protocolo y las buenas maneras no tienen lugar. Aunque al menos estos avisaron de que iban a hacer huelga y algunos días incluso hubo servicios mínimos. No como aquella panda de controladores aéreos en Barajas, que quisieron jugar a ser los más guays y se llevaron un estado de alarma de regalo navideño. Aquí había crisis para todos.

Otras desgracias también hacían su aparición, como el terremoto de Japón, las revueltas en el mundo árabe, los rescates en la Unión Europea, o Eurovisión, para no desentonar con años anteriores.
Muchas de estas cosas eclipsaron algo verdaderamente inusual: una espectacular Ana Pastor entrevistando al Presidente de Irán. Hay que ver lo que se dice y lo que no se dice, los gestos, las preguntas sin contestar, ese velo, esa valentía...

Y mientras tanto, llegaron las elecciones, con todo lo que ello conlleva. O no. Porque hubo una campaña electoral que no tenía previsto nadie: la de los indignados. Yo también fui a indignarme Marina. No es para menos. Es más, me hice una cuenta en twitter y todo para seguir a los indignados por el mundo, porque este fenómeno traspasó fronteras, surgió desde las profundidades de las redes sociales y se materializó en puntos clave de ciudades españolas y de todas aquellas ciudades por el mundo donde había más de dos indignados españoles. En Sol nacía una microciudad: gente que no tenía casa, ni dinero, ni trabajo. Gente que sólo le quedaban las ganas de que todo cambie, que no tenían nada que perder. Y esa gente se encontró con que no estaban solos. Que los indignados crecían exponencialmente según pasaban los minutos.

Y esa indignación persiste en Españistán. Según pasan los días, compruebo que va en aumento la inmigración: mis compañeros de clase, mis amigos, etc. se van a aprender idiomas, a buscar trabajo, a estudiar fuera... Y cuando veo españoles por el mundo, se les ve felices pero con añoranza.



¡Vaya un primer año que has tenido pequeña!
El próximo año espero estar allí para celebrarlo.

¡¡Felicidades Marina!!

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