Pero pasa.
En nuestra mente se activa un resorte que cambia los ojos con lo que todo miramos.
Y, de repente, pasa.
Lo que nos tiene que parecer relevante y prioritario, se convierte en nuestro centro de gravedad, relegando a un segundo plano lo demás.
Hay quien lo llama capacidad de concentración.
Otros lo llaman constancia.
Otros, voluntad.
Y otros... otros apelan a la fe.
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