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miércoles, 9 de marzo de 2011

Valía: se le supone


Más allá de debates en los que salgan a relucir inconvenientes o bondades, yo me voy a quedar con otra cara, la de las historias y las amistades que surgían en la mili.
Y es que no me canso de escuchar las historias de la mili: que si mi tío estuvo en Ceuta y le trajo una calculadora Casio a mi madre cuando esa tecnología era bastante moderna para la época; que si mi padre y su amigo el gallego, en mitad del frío invernal de Burgos, se las ingeniaban para merendar las cosas ricas que el capitán guardaba en su bodega personal; que si el general se ponía a fusilar a todo el personal como un loco cuando había instrucción y los novatos huían despavoridos porque no sabían distinguir balas de fogueo de balas de verdad; que si a la gente se les llamaba primero por su nombre, después por su apellido y por último por la función que desempeñaban... que pobre al que le tocase cuidar del burro o la cabra. Miles de historias.

Aunque también me gusta imaginar la parte romántica, la parte que cuando le preguntas a tu madre o a las abuelas, se ríen por lo bajini: esos novios que dejaban su corazón y su alma con la chica que amaban, esas cartas de amor escritasy leídas a escondillas, fuera del alcance de curiosas miradas, carteros que han visto sonrisas de amor, días de interminables minutos, rezando porque la carta no se hubiera extraviado o algo peor, que no hubiera sido escrita.
También me acuerdo de esas madres y abuelas, que rogaban todo lo posible porque su hijo, o hijos, volviesen sanos y salvos. Y cuando volvían, enmarcaban fotos de su hijo con el traje para que todo el mundo admirase lo inmensamente guapo que estaba.

Por lo que sé, que es lo que me cuentan, la mili era una transformación: física y mental. Los delgados engordaban, los gordos adelgazaban, las melenas pasaban a la historia y la mente se disciplinaba.

No se me olvida que al cumplir los 18, el año que entrabas en quinta, se hacía fiesta. Yo era pequeñita pero aún lo recuerdo. Eran días de fiesta grande. (Pero historias de los quintos ya vendrán otro día)
Y al acabar el servicio, se compartían anécdotas, se explicaba lo que se había hecho, si mar, tierra o aire, si balística o cantina. Ya después de la mili nada iba a ser como antes.

Seguro que no todas las historias son agradables o bonitas. Al fin y al cabo,  "son historias de la puta mili".
Miles y miles de historias.

2 comentarios:

Georgina dijo...

Por casualidad es una foto que corresponde a la quinta del 54?

Sara G. Alcón dijo...

¡Hola Georgina!

Disculpa que no haya puesto fuentes a las fotografías.
La primera se trata de una foto que hice yo misma. Es una muñeca que le regaló mi padre a mi madre pero no son de la quinta del 59. La segunda foto circulaba bastantes veces por Internet y, como no pude determinar la fuente original, opté por no poner nada. Te pido disculpas de nuevo, por no poder ayudarte. Sin embargo te puedo decir que es una foto preciosa y por eso está ahí.

¡Un saludo!