Érase una vez que se era, en un lugar de Madrid por donde la modernización urbanística no había aparecido ni con la llegada del catálogo de Ikea, dos compañeros de piso.
Su casero era un yonki.
Un yonki de los de cazadora de cuero y moto.
Uno con la voz quebrada.
Él, no podía no ser así. De lo contrario, la decoración del piso no encajaría.
La ubicación del mismo resultaría errónea.
Los vecinos tampoco encajarían. Tampoco encajaría la señora de la limpieza.
Ahí, los compañeros de piso estuvieron poco agudos.
No importa.
Puede que no sepamos qué queremos.
Pero sabemos lo que no queremos.
Continuará...
No hay comentarios:
Publicar un comentario