Hola.
Me llamo Sara.
Tengo 25 años, dos carreras (aunque sea como una sola), un año de experiencia trabajando en consultoría y he pasado los tres últimos años de mi vida viviendo en Madrid.
Tres maravillosos años de los que no cambio ni una sola lágrima ni un sólo día de estrés.
Aquí donde me veis y me leéis, di mis primeros pasos en la capital allí por las alturas, en Begoña. Sólo duré un mes. Suficiente para conocer el metro porque, hasta entonces, yo sólo conocía de Madrid el aeropuerto y poquito más. Y desde un octavo piso, tenía vistas como estas:
La mudanza a Aluche llegó con noviembre. No ha vuelto a llover tanto. Ni mis padres se han vuelto a perder tanto por Madrid. Al día siguiente de la mudanza se compraron un gps. Y eso que estar en Aluche era casi como estar en Extremadura. Y un día incluso me sorprendí con esto, que era ya como estar en casa:
La verdad que allí no estaba nada mal. Un piso de tres habitaciones para mi solita... no discutía con nadie ni por el baño, ni por la nevera, ni por limpiar, ni por pagar facturas... Claro, así pasaba, que tenía a mis vecinos acostumbrados a un silencio prácticamente absoluto y se quejaban cuando había dos personas cenando. ¡Con lo buena que soy yo! No tengo la culpa de que mis amigas vengan a visitarme, o de que tenga que hacer trabajos en grupo, o de que me hagan una fiesta sorpresa y yo llegue antes de tiempo a casa y lo estropee todo...
Pero yo soñaba con compartir piso. Y ahí estaba muy bien para ir a la Facultad pero para ir a la oficina no me acababa de convencer. Las aventuras en Legazpi ya las conocemos y en el último mes, en el triangular Diego de León-Ventas-Manuel Becerra, no me ha dado tiempo a armar jaleo... ¿o sí?
Lo más seguro es que olvide los de todos estos pisos pero, ¿sabéis qué? Hay muchas cosas que no voy a olvidar. Ni a cosas, ni a personas.
GRACIAS.
Y con mayúsculas: por esos ribeiriños que se nos han ido de las manos, por esas carreras en metro-bus-cercanías-coche-taxi para llegar (y para llegar tarde), por esas cenas que han acabado en Torrejón de Ardoz, por esas nocheviejas universitarias que terminaron en Barajas, por llenar mi cama de brillantina, por conseguir que me disfrace en Halloween, por invitarme a conciertos, por debatir sobre China y las potencias mundiales a las 6 de la mañana en el parque, por enseñarme vuestros rincones favoritos en Madrid, por soportarme cuando el síndrome del patito feo se apoderó de mi, por compartir orla, clases, exámenes y seminarios en aquella Facultad, y por invitarme a compartir las comidas en Económicas. Gracias por esos viajes a Valladolid y compartir habitación en una pensión de mala muerte, por los viajes a Sevilla, Valencia y a..., por dejarme quedar en vuestra casa cuando he llegado allí sin llaves del piso, por los momentos de nieve, por los momentos kebab y por los momentos de sindicalismo, por los paseos en taxi siempre de noche, por hablar en inglés, francés, italiano y portugués (a la vez), por la fiesta sorpresa y esos ánimos día tras día, por los besos y los abrazos que ahora hecho tanto de menos...
Ahora, necesito un descanso. Coger fuerzas y aire fresco. "Volver al origen no es retroceder, quizás sea andar hacia el saber".
No voy a decir que no voy a volver. Porque todo el mundo pasa por Madrid tarde o temprano. Yo no voy a ser menos.
Hola.
Me llamo Sara.
Y estos últimos tres años han sido los mejores de mi vida.
Ps. Dos años ya de blog... =)
Ps2. Le pese a quien le pese, hay gente que le gusta cómo escribo. Pero que no cunda el pánico. Las personas como yo no escriben libros; la gente como yo es sobre la que se escriben libros ;)